Cuando llueve y hace frío me acuerdo de la cantidad de excusas que inventaba en la casa de mi madre y mi padre para prender la estufa temprano porque los partidos del mundial empezaban al medio día y la previa se veía armando el fuego para que durara, después había que mantenerlo. Afuera llovía con viento como hoy en Madrid. Los partidos se pueden ver por televisión o en persona, también se pueden jugar y que lo pasen en la tele pero le pasa a pocas personas aunque parezca sencillo o alcanzable. Al lado del Centro Deportivo Municipal Luis Aragonés vive mi querido amigo Nico, jugamos juntos en las juveniles de Defensor Sporting de Uruguay. Nos juntamos a charlar y hablamos de jugadores y características, entrenadores y decisiones que nos marcaron. Hablamos de camisetas y banderines. Recordamos los buenos jugadores con los que compartimos y la inmensidad de factores que no dependen de los jugadores o las jugadoras. Contamos cuentos nuevos, entendemos determinadas situaciones. Recién ahora nos podemos dar cuenta, pasaron casi veinte años. Para muchas personas la tarde de hoy fue inhóspita, la mezcla de lluvia y frío a veces no es agradable para el cuerpo cansado e invita a buscar el calor en comida casera y sillones cómodos. Algunas personas decidieron abrigarse, llevar el paraguas e ir atrás de la siguiente jugada. La pelota nunca para y por eso es lindo ver cuando la tratan bien. David y Robert parece que llevan juntos toda la vida y se ve en un juego con aplausos por esfuerzos generosos para el equipo y goles que equilibran sensaciones. Los goles hablan de justicia y algunos llevan tiempo. Con David hablamos de momentos de partidos y como hay cosas que ya se sabe que van a pasar o que hay un gran porcentaje de que pasen, después la linda incertidumbre que tiene jugar con el juguete redondo. Cuando llegamos al campo, Pablo, el papá de Juan, me dijo que a veces no sabe para dónde van los textos que escribo. Le dije que yo tampoco y agradecí el tiempo dedicado. La pelota se escribe y se lee, se comparte en pases adentro de la cancha y en resolución de situaciones afuera. Rodri tiene la comodidad de los errores aprendidos y disfruta del espectáculo, los niños brillan. Madres y padres sonríen y agradecen haber salido de la casa a pesar del frío. La vida es cualquier momento, las imágenes no solo se graban en celulares. La piel se eriza con frío y calor. El fútbol es reconocer el momento y si se huele el gol hay que ir con el convencimiento del trabajo que respalda y las marcas se toman y se atienden, también saber que en cada partido se sufre y hay que saber y estar predispuesto a sufrir. Habitar la calma del trabajo con el convencimiento como bandera. El trabajo lleva tiempo y Juan, Hugo y Sergio lo saben y hoy no hay respuestas a determinadas preguntas, hay que dejar hablar al viento. Las derrotas nos duelen a todas las personas diferente. Los niños crecen a pasos agigantados, hay que aprender que no todos los dolores son iguales. Nico hizo un golazo y lo gritó con los brazos estirados porque lo merecía. Lucas Aitor hizo un gol olímpico y estoy seguro que el concepto de días lluviosos de partidos cambió para toda su vida. Hay goles que no se olvidan y Diego lo buscó como el adicto al tabaco que está tratando de fumar menos y se lo regala después de un día largo de trabajo y entrenamiento. La búsqueda entre lo rígido y lo sin estructurar. No son todas fuertes ni tampoco todas a colocar, hay que saber pegarle con todas las partes del pie, al menos intentarlo y sumar recursos. Aplica par la vida.
Martín Monroy